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La Post-Modernidad pensada desde la Psicología Social

Publicado por activado 17 Mayo 2013

La Post-Modernidad pensada desde la Psicología Social

PSICOLOGIA SOCIAL Y POSMODERNIDAD.

Lucia Balmaceda de M.

En el presente trabajo abordamos el tema de la a crisis de la modernidad y la posmodernidad desde un enfoque psicosocial.

Las propuestas posmodernas condicionan y promueven desplazamientos temáticos en las ciencias sociales, entre las que se incluye la psicología social como disciplina que se ocupa de analizar las vivencias y conductas del sujeto en el marco de la vida social y que, según afirmamos, aborda a ese sujeto en sus condiciones concretas de existencia. Lo que significa que su análisis está centrado en la influencia que ejerce la estructura social sobre los procesos psíquicos del sujeto, con sus normas, leyes y todo el dispositivo cultural que de alguna manera influyen en su salud o en su enfermedad.

Para E. Pichon Rivière la Psicología Social en sentido estricto se define como social a partir de la concepción del sujeto entendido como emergente, configurado en una trama compleja en la que se entretejen vínculos y relaciones sociales. No es una psicología de los grupos sino una reflexión acerca del sujeto y su comportamiento, al que aborda en los distintos ámbitos donde se expresa su conducta, nivel psicosocial, sociodinámico, institucional y comunitario.

El sujeto aparece entonces bajo un doble carácter, como actor del proceso interaccional, y a la vez configurándose en ese proceso, es decir emergiendo y siendo determinado por las relaciones que constituyen su existencia. Esto significa que el sujeto debe ser abordado en su relación dialéctica con el medio y que los procesos psíquicos son la resultante de la interacción entre el sujeto y la estructura social, y esto va a ser determinante del mundo interior del sujeto, de acuerdo con el modo en que se desarrolle y resuelva la contradicción básica necesidad/satisfacción.

Debemos plantearnos entonces la pregunta ¿cómo se resuelve ese par contradictorio necesidad y satisfacción en la posmodernidad? Como punto de partida trataremos de analizar aquellos elementos que definen a la modernidad, a la que podríamos describir como época de la razón y la ciencia; la razón podía y debía gobernar el mundo, la historia era una marcha ascendente y el progreso indefinido En lo político pero también en lo económico y social, tanto el liberalismo como el marxisrno son expresiones de esa visión.

Era la etapa de las grandes utopías La modernidad entró en crisis por muchas razones, y una de ellas es la imposibilidad de dar cuenta de una serie de fenómenos irracionales generados en la sociedad, tales como el nazismo, la utilización de la energía atómica, producto del avance asombroso de las ciencias, para destruir ciudades enteras, la implosión de gran parte de los intentos de sociedades nuevas alumbradas por el marxismo, y prolongando la serie el terrorismo, las masacres étnicas, la globalización de los mercados que también es la globalización de la pobreza, al excluir económicamente a las poblaciones de países enteros, e incluso sectores numerosos de los propios países desarrollados.

Según un índice del programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, hay más de mil seiscientos millones de personas que viven en condiciones peores que las de hace diez años. Con el fin de la modernidad, pareciera que se ha perdido la ilusión de la plenitud racional que era lo que definía a la modernidad en su accionar selectivo; suponía la existencia de un sujeto individual e individualista escindido de la naturaleza y de la comunidad, que pasó primero por negar sus necesidades reales y se constituyó como un individuo que se movilizaba contradictoriamente en su accionar tanto para asegurar su dignidad y la estimación de sus propios valores como para convertirse en sujeto sujetado al sufrimiento y al fracaso.

Y después del modernismo el posmodernismo, un post muy confuso y ambiguo. Si se torna literalmente el prefijo post en posmodernismo, término al parecer acuñado en Estados Unidos si atendemos a lo que afirma J. Maldonado, se está suponiendo un pre. Post aparece hoy como un prefijo ubicuo mediante el cual nuestra sociedad intenta persuadirse y persuadirnos de tener un después, es decir un futuro. El post se utiliza desde los más variados enfoques semánticos; por lo general se trata de palabras que acompañadas por este prefijo tienen indudable seducción para los medios de difusión que suelen emplearlas influyendo así sobre el imaginario social colectivo, pero que en el plano conceptual son escasamente confiables.

En la mayoría de los casos nos hallamos frente a un confuso amago de semiverdades, de especulaciones acerca del desarrollo histórico y las tendencias de la sociedad capitalista. Sobre la posmodernidad se han desarrollado pautas de pensamiento muy convencionales. Por un lado se afirma del posmodernismo que es una continuación del modernismo, en cuyo caso toda oposición es inútil, y por otro se proclama una ruptura evaluada en términos positivos o negativos

La cuestión de la continuidad o discontinuidad no puede definirse en los términos de esta dicotomía. Desde nuestra visión trataremos de definir al posmodernismo a partir de las realidades observables y conservando el sentido más amplio del término que incluye las ciencias sociales, políticas, económicas, el mundo de las artes etcétera.

Haciendo un poco de historia, habría que decir que en realidad el término posmodernismo comenzó a circular en la década del setenta, y ya se usaba en el lenguaje de los sesenta pero referido al arte, la literatura, la música, el cine, introducido por la retórica vanguardista y la ideología de la modernidad. La década del sesenta se caracterizaba por una imaginación temporal dotada de un poderoso sentido de futuro, época de rupturas y de conflictos generacionales. Hechos relevantes fueron entre otros la invasión a Cuba (Bahía de los Cochinos), el movimiento por la paz y los derechos civiles.

La insurgencia universitaria y la contracultura convierten a esa vanguardia americana en vanguardias universales. La vanguardia europea fue una ofensiva contra el gran arte y su separación de la vida cotidiana, su gran ideal fue, según ellos decían, intentar reintegrar el arte a la vida.

Signos como los Beatles, la música pop, el rock pesado, el teatro alternativo en las calles, el arte psicodélico, el mayo francés, marcan en su conjunto al posmodernismo de los sesenta, época en la que, además, el desarrollo tecnológico y la difusión de la TV, el video, la computación, la cibernética dan entrada a la década del setenta, un avance tecnológico usufructuado tanto por los conservadores y liberales como por las izquierdas. Por otra parte el intento de una cultura popular que caracterizó a los años sesenta se ahonda en la década del setenta.

Los cambios culturales posteriores hicieron posible que hoy se hable de una cultura posmoderna. Otro componente de la condición posmoderna surge de una crítica y una expectativa social de izquierda que se siente obsoleta, tanto teórica como políticamente, frente a las nuevas tecnologías, sus efectos sociales y las formas de dominación social que presiden.

En el posmodernismo de la década de los setenta y los ochenta se pierde el anterior optimismo sobre el significado del avance tecnológico; la TV comenzará a ser vista como polución y no como una panacea; son los años del Watergate y de la guerra y agonía de Vietnam, de la crisis del petróleo.

El nuevo cine alemán, con Fasbinder, es uno de los testimonios de esas tendencias vanguardistas que especialmente se reflejan en el arte. Las críticas hechas desde la mujer, “el poder femenino” son una parte de la cultura posmodernista de esa época. Llegamos así a nuestra década que parece ahondar el cuestionamiento de la modernidad y los caracteres definitorios de la posmodernidad.

En primer lugar, introduce un nuevo acercamiento a la dimensión tiempo, libera de valores y convicciones que coercionaban al hombre moderno; pareciera que el hombre posmoderno se rebelara contra aquellas creencias que condujeron a la renuncia de lo personal y al sufrimiento.

Y, segundo, se plantean interrogantes que relativizan la verdad, la posibilidad misma de tener certezas; en esta etapa se ha instalado la incertidumbre como enfermedad social. Sobre este tema decía Pichon Rivière: “Cuando el hombre común descubre que el engranaje social en el que se ampara se halla en plena revolución y entiende que las normas fijas sobre las que se desliza plácidamente su vida cotidiana se han modificado, es sacudido por un sentimiento de inseguridad; la inquietud de sentir que el piso cede bajo sus pies.

Experimenta entonces una de las enfermedades sociales más significativas de nuestro tiempo; la pérdida de identidad “. En la posmodernidad, al no haber certidumbre alguna y sólo múltiples respuestas sin sentido, pareciera que ya no existen valores y condiciones capaces de integrar al hombre, atravesado como está por objetos con los que llena el vacío de su existencia el éxito, el consumo, el confort.

El ascenso social junto con la necesidad de tener poder para ser más en detrimento de otros son algunos de los objetivos estimulados por los medios de comunicación que caracterizan a la sociedad, que propicia de esta forma la ilusión de completud y sus subrogaciones, ansias de poder, belleza, acumulación de bienes materiales.

Freud escribía en El malestar en la cultura. «El interesante caso en que la felicidad en la vida se busca sobre todo en el goce de la belleza donde quiera que ella se muestre a nuestros sentidos y a nuestros juicios, esta actitud estática hacia la meta vital ofrece escasa protección contra la posibilidad de sufrir».

La sociedad posmoderna pareciera que encuentra de esa manera alguna felicidad, producto como vernos de los espejismos que le proveen los medios de difusión del sistema vigente inscriptos en el imaginario social y que nos muestran a los seguidores de esos modelos propuestos como sujetos sin proyectos, cuyo lema es que hay que gozar hoy, mañana no importa. Sin criterios para juzgar ni criticar todo se torna indiferente, todo vale mientras funcione y a mí no me moleste.

No hay prioridades salvo uno mismo, ni jerarquías, como si no hubieran ideales con los que identificarse; el desencanto, la incertidumbre son los productos de la impotencia ante un sistema cada vez más amenazante, más complejo y que pareciera inmodificable como la pobreza y sus consecuencias, la marginación de sectores sociales cada vez más amplios, al mismo tiempo que se observa como contrapartida en los sectores que viven en la abundancia el acrecentamiento de la riqueza como única propuesta, desdibujándose la justicia que pierde credibilidad, y transformando en ingenuidad anacrónica aquello del Principito, «lo esencial es invisible a los ojos”.

Sin embargo, a pesar de que las consecuencias de este desencanto posmoderno son inmediatas, no son irreversibles, hay signos que afloran apuntando hacia nuevas formas de relaciones y de vínculos, hay hechos nuevos que así lo aseguran. Para analizar y llenar de claridad el campo social del mundo posmoderno se hace necesario ante todo distinguirlo y discriminar de qué crisis se trata, para poder determinar cuáles son los hechos nuevos y para no entrar en el desencanto y hacernos cargo de la frustración que hemos descripto por lo que sucede en el mundo posmoderno.

El campo social está atravesado por nuevos movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales con personería jurídica o sin ella, que se organizan fuera de los parámetros y canales institucionales tradicionales en torno de intereses comunes muchas veces puntuales, temporarios y locales.

No se trata de grupos de sujetos preconstituidos, son redes solidarias que se constituyen en la acción misma y desconfían por lo general de los partidos políticos, sindicatos y el Estado, se organizan espontáneamente para apoyar sus demandas y reclamos cuando sus intereses han sido afectados.

Estos dispositivos organizacionales se proponen constituir una nueva fuerza que genere cambios dentro del imaginario social instituido. Operan con ciertos márgenes de autonomía, y en muchos casos no les interesa que en el corto o mediano plazo su accionar social se transforme en un agrupamiento político. La proliferación de nuevas organizaciones sociales abarca un sector amplio de nuestra sociedad; son grupos de emergencias vinculados a las necesidades concretas que surgen para defender las fuentes de trabajo o están vinculados con la defensa de los bienes culturales, los barrios, paseos o plazas.

Desde nuestro rol entonces nos toca aceptar el desafío de ayudar a construir las identidades culturales, bajo estos parámetros de la condición posmoderna. La psicología social deberá elaborar una práctica de tipo artesanal y desarrollar teorías propias que tengan que ver con el análisis de ese sujeto y su red vincular, sujeto emergente de un nuevo sistema social.

A partir de su evolución y desarrollo deberá ir cambiando algunas de sus metodologías; para aprehender esta realidad que le plantea nuevos interrogantes, para resolver ese par contradictorio necesidad-satisfacción, deberá analizar el aflojamiento de los lazos en los grupos y en las Instituciones tradicionales, apoyar la aparición de estas nuevas formas de agrupamiento, con objetivos claros que se propongan desarrollar una diversidad de tareas tendientes a alcanzar los objetivos propuestos; una vez logrados los objetivos, estas organizaciones podrán dejar de operar pero se mantendrán atentas para defender a la comunidad en donde están insertas.

Ya M. Foucault decía: “el poder plural y micro esta anudado hoy de manera compleja porque el Estado moderno vació viejas estrategias cristianas en modelos y políticas novedosas...”. También el liberalismo inventó prácticas disciplinarias fundadas en la asimetría entre unos derechos formales presuntamente igualitarios y unos mecanismos de poder esencialmente jerarquizantes Y es que el poder constituye a los individuos y está enraizado en el lazo social.

Estamos lejos de la premisa liberal que postula que el individuo posee un ámbito privado o presocial y por ende naturalmente liberado de poder. Otro espacio que requiere una nueva metodología en su abordaje lo constituyen las instituciones en general y la familia en particular, observándose por ejemplo que el viejo entramado de vínculos y liderazgos funcionan de otra manera, hay nuevas formas de anudamiento entre sus miembros, tanto afectivos como de pertenencia.

Cada época propone a los sujetos que la habitan modos distintos de comportamiento para adaptarse a los cambios que la realidad les impone. El análisis de la incidencia de estos cambios en el imaginario social instituido será una tarea relevante de los psicólogos sociales, cuyo campo de acción sigue siendo el análisis de las relaciones vinculares.

Del libro: Psicología Social. De Lucia Balmaceda de Mascialino.

1999.

La Post Modernidad tiende a que el sujeto se deslice hacia una  posición a-conflictiva, aunque le vaya en ello la existencia vital.... de el y de los suyos...

La Post Modernidad tiende a que el sujeto se deslice hacia una posición a-conflictiva, aunque le vaya en ello la existencia vital.... de el y de los suyos...

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